Es la primera vez que lo hago y no pude evitarlo.
No hace mucho que vivo en esta nueva casa, la mudanza no fue tan complicada como lo pensé en principio, afortunadamente la talacha fue mayor a la logística para llevarla al cabo. Fue días después de haber concluido la mudanza cuando la ví por primera vez.
Estaba en la terraza del balcón que da a la calle acomodando las últimas cajas vaciando sus contenidos y así aprovechar el espacio para después colocar ahí mismo una mesita y un par de sillas para, eventualmente, disfrutar del atardecer cuando de pronto sucedió: nuestras miradas se cruzaron en un fugaz momento que sentí mágico.
Lo supe desde ese mismo instante, la vecina me había cautivado con sus ojos inmensamente negros y esa mirada enternecedora pero hipnótica que me hizo tener sensaciones que estaban empolvadas en algún rincón de mi ser y que gracias a ella renacían en una esplendorosa vorágine sentimental.
El atardecer siempre era más agradable cuando estaba ella, pero debía tener cuidado para que mi esposa no se acercara cuando ella estaba presente, me resultaba mas que obvio que su sola presencia la incomodaba y prefería irse y con ella se iban mis alegrías recientemente reencontradas.
Un día la encontré más paciente que de costumbre y su mirada era aún más profunda que cuando la conocí. Intrigado, un día decidí esperarla lo más cerca de su casa como me fue posible, lo hice furtivamente para evitar despertar sospechas propias y ajenas, pero me llevé una sopresa cuando descubrí que ella estaba esperando bebés. Mi alegría se desbordó al darme cuenta por mí mismo de lo que acontecía. Entendí que ella jamás me lo diría, pero yo tampoco podía hacer otra cosa más que simplemente ser un espectador de sus vidas; pero eso no era suficiente para mí, era mi deber y mi nueva obligación hacer algo más, por lo que decidí convertirme en su protector. Era lo menos que podía hacer por sus bebés después de todo lo que había pasado con ella.
Pero un día, justo cuando comenzaría mi nuevo rol en la vida, simplemente desaparecieron. No se que sucedió con ella, ni con sus bebés. No la he vuelto a ver desde hace ya mucho tiempo. La extraño, me hubiera encantado poder verla como madre devota conmigo a su lado aunque fuera en las sombras de su existir, ver crecer a los bebés y algún día haberlos visto independientes y sobre todo verlos partir ya realizados y con su destino marcado en la vida. Pero no fue así.
No hace mucho que vivo en esta nueva casa, la mudanza no fue tan complicada como lo pensé en principio, afortunadamente la talacha fue mayor a la logística para llevarla al cabo. Fue días después de haber concluido la mudanza cuando la ví por primera vez.
Estaba en la terraza del balcón que da a la calle acomodando las últimas cajas vaciando sus contenidos y así aprovechar el espacio para después colocar ahí mismo una mesita y un par de sillas para, eventualmente, disfrutar del atardecer cuando de pronto sucedió: nuestras miradas se cruzaron en un fugaz momento que sentí mágico.
Lo supe desde ese mismo instante, la vecina me había cautivado con sus ojos inmensamente negros y esa mirada enternecedora pero hipnótica que me hizo tener sensaciones que estaban empolvadas en algún rincón de mi ser y que gracias a ella renacían en una esplendorosa vorágine sentimental.
El atardecer siempre era más agradable cuando estaba ella, pero debía tener cuidado para que mi esposa no se acercara cuando ella estaba presente, me resultaba mas que obvio que su sola presencia la incomodaba y prefería irse y con ella se iban mis alegrías recientemente reencontradas.
Un día la encontré más paciente que de costumbre y su mirada era aún más profunda que cuando la conocí. Intrigado, un día decidí esperarla lo más cerca de su casa como me fue posible, lo hice furtivamente para evitar despertar sospechas propias y ajenas, pero me llevé una sopresa cuando descubrí que ella estaba esperando bebés. Mi alegría se desbordó al darme cuenta por mí mismo de lo que acontecía. Entendí que ella jamás me lo diría, pero yo tampoco podía hacer otra cosa más que simplemente ser un espectador de sus vidas; pero eso no era suficiente para mí, era mi deber y mi nueva obligación hacer algo más, por lo que decidí convertirme en su protector. Era lo menos que podía hacer por sus bebés después de todo lo que había pasado con ella.
Pero un día, justo cuando comenzaría mi nuevo rol en la vida, simplemente desaparecieron. No se que sucedió con ella, ni con sus bebés. No la he vuelto a ver desde hace ya mucho tiempo. La extraño, me hubiera encantado poder verla como madre devota conmigo a su lado aunque fuera en las sombras de su existir, ver crecer a los bebés y algún día haberlos visto independientes y sobre todo verlos partir ya realizados y con su destino marcado en la vida. Pero no fue así.
Frecuentemente creo verla en otras, pero cuando esos otros ojos me observan, ninguno ha tenido aquel brillo y esa curiosidad que tenían los de mi vecina y que fueron la causa de haberme cautivado desde un principio.
Mi vecina con su mirada tierna y cautivadora
Los bebés
Su casa vacía
Por cierto... lo he hecho de nuevo. Tengo una nueva vecina, tiene un departamento de tipo penthouse loft en nuestra misma casa, podemos vernos mas seguido y es menos quisquillosa. Pero ahora no lo hago furtivamente, esta vez lo he compartido con mi hija desde el principio y seguiremos hasta el final....o al menos hasta que mi vecina quiera.
Esto me ha dado pie para sentir, una vez más, que no debo abandonar las esperanzas.