Palabras (parte 1 de 2)

No recuerdo el año exacto, pero fue en el inicio de la primera mitad de la década de los 90’s cuando acababa de regresar de un gran fin de semana de buceo maravilloso en las cristalinas y templadas aguas de la Laguna de la Media Luna en el estado mexicano de San Luis Potosí. Fue al siguiente martes cuando recibí la llamada de uno de mis amigos entrañables de la vida con quien compartí el reciente weekend que me participaba de una nueva expedición, en un par de semanas más, al tradicional Puerto de Veracruz donde pasaríamos en grupo 5 días de buceo que en teoría pintaban para ser de una calidad excepcional. La temporada de huracanes del golfo había ya terminado, los reportes de marinería indicaban climas favorables y sobre todo los recientes avistamientos de enormes tiburones martillo por las incomparables áreas arrecifales del puerto anunciaban una nueva jornada de buceo que podría ser fenomenal.

Durante esas dos semanas de espera, yo aun conservaba frescos en mi memoria los recientes acontecimientos de buceo que había vivido en el céntrico estado nacional. Rodeados por un muy local bosquecillo, esas aguas de incomparable transparencia que junto con su temperatura constante de 29*C hacen de aquel lugar enclavado en las agrestes tierras de la huasteca potosina un sitio único en el mundo.

Emocionantes buceos a mas de 30 metros de profundidad en sus numerosos cráteres sumergidos; tenebrosas inmersiones en perpetuas cavernas que solo son perturbadas por tenues rayos de luz azul formando fantasmagóricos mástiles provenientes de agujeros en el techo de las cuevas por donde se filtra la luz solar. La transparencia del cielo nocturno con una cantidad asombrosa de estrellas aparentemente desconocidas para otras latitudes- y otras calidades atmosféricas- hace, que sin fallar al pronostico, sea posible la visión de estrellas fugaces todas las noches.

Miles de luciérnagas iluminan efímeramente los árboles y arbustos que rodean la laguna haciendo que se vean como adornos en plena navidad y que parezca que las estrellas del negro cielo se fusionen con la casi total oscuridad del bosque. El croar de los sapos, el esquivo saltar de las ranas y el crepitar de la siempre presente fogata crean una atmósfera digna de cualquier película de romance o de terror merecedora al Oscar por la mejor ambientación. Esos eran mis recuerdos en aquellos momentos.

Fueron buceos inolvidables los que tuve en ese fin de semana. Cuando regresé a casa, se lo conté a mi madre y a mi hermano. También a mi novia y a amigos; quería compartir con todos ellos las formidables sensaciones que viví en el fin de semana. Las palabras que salían de mi boca y las expresiones con las que se los contaba no eran suficientes, no llegaban a vibrar con la pasión que yo vibré. Pero el problema no eran ellos, era yo.

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PD: Todas las fotos son de La Laguna de La Media Luna