jueves, abril 16, 2009

Coherencia

El cambio y consecuentemente el progreso son objetivos difíciles de lograr si se continúa resistiendo la resignación pero, sobre todo, son imposibles sin que exista una completa rebelión sobre el status quo.

Para poder cambiar se debe estar planamente conciente y sin un ápice de duda de que el cambio debe hacerse; los intentos de salida del círculo de confort se traducirán en temor y casi siempre en un miedo fuertemente forjado como un muro invisible que se vuelve tan poderoso como la conciencia y prácticamente invencible para el subconsciente. La ignorancia es el más firme cimiento de los temores y los miedos. Las dudas nos generan temor al cambio y la falta de cuestionamientos sobre lo establecido y enraizado nos sumerge en el abismo de las masas fusionándonos con ellas de manera amorfa haciendo que nuestra persona y conciencia sean solo palabras conceptuales sin sentido.


Cuestionar lo establecido nos conduce a una verdad subjetiva y -sin nada más que eso- nos dirige a un callejón sin salida ante la falta de iniciativa, pero teniendo una conciencia propositiva ese callejón se convertiría en una encrucijada con caminos desconocidos que finalmente, por nuestra ignorancia, serán caminos que no andaremos dando así forma a aquel pensamiento popular que dice "no hay nada mas peligroso que un ignorante que vomita opiniones". El conocimiento nos coloca en un nivel superior a las masas; con el conocimiento no solo podemos cuestionar las supuestas verdades establecidas, sino que se puede demostrar puntualmente la equivocación de lo establecido y con ello eventualmente lograr establecer nuevas y mejores verdades que nos lleven no solo al objetivo inicial que es el cambio, sino conducirnos a un inevitable progreso.

"El conocimiento es poder" reza otro refrán popular y con el poder llega la responsabilidad. Esa responsabilidad nos deja en una posición extraordinaria que coloca a la conciencia colectiva directamente en interior de la sartén mientras nosotros la sostenemos desde el mango. El conocimiento interior y la autosuficiencia se reflejarán en una madurez que nos hará reflexionar irremediablemente sobre el poder y en consecuencia sobre la responsabilidad que nos genera el conocimiento.

Conocer el verdadero poder de la no-dependencia y auto-suficiencia son características de aquellos que han podido dominar sus vicios y controlar sus pasiones sin sacrificar las emociones manteniéndolas en equilibrio con intensidad y energía suficientes para no auto consumirnos en el camino dejándonos como seres viles, déspotas, prepotentes o amargados como los que sacuden la sartén a diestra y siniestra sin pensar en su delicado contenido amorfo. Abundan los reactivos que, sin argumentos, solo descalifican y agreden en pensamientos y sentimientos y los más animales hasta físicamente y esos, afortunadamente, serán siempre amorfos.

Así pues, el empirismo, la prueba y error y la casualidad se dejan atrás logrando completar el delicado ciclo del progreso. Queda de manifiesto que nadie es masa, sin embargo todos estamos metidos en la sartén. Todos dicen conocerse a sí mismos pero pocos actúan con madurez. Todos vertimos opiniones pero pocos realmente saben de lo que opinan. Pocos tienen la sartén por el mango y casi nadie tiene conoce cabalmente la responsabilidad que ello conlleva, por eso los verdaderos líderes se cuentan con los dedos de las manos.

Este mundo humano es tan incoherente por esa la falta de concordancia entre pensamientos, sentimientos y acciones o lo que es lo mismo: tengo mente de chile, corazón de mole y músculos de pozole y además, por si no fuera suficiente, me gusta ser ajonjolí de todos los moles.

Aquí se ensució una jerga y cada quien a la... adiós.

4 comentarios:

Mara Jiménez dijo...

Iba a decir tantas cosas, y luego me di cuenta de cuán incoherentes eran... es que no leíste esta entrada de mi blog.

Pelusa dijo...

Coherencia? Co-herencia?
Esta palabra duele...

NTQVCA dijo...

Admiro a quien se puede practica el desapego, yo no puedo.

Ivanius dijo...

Por eso la coherencia no es desentenderse del pasado, sino reconocer el cambio como ese movimiento que nos mantiene vivos y avanzando.